jueves, 9 de junio de 2016

EUROPA, DESPIERTA: EL SORPASSO A LA DEMOCRACIA DIGITAL

La crisis económica y del capitalismo renano (social de mercado), el paro, la corrupción galopante, la politización de los tres poderes, la impunidad y la in-justicia con causas que demoran hasta más de un  decenio, junto a la falta de consensos generales (dentro y fuera de la burocrática Europa), de valores morales y éticos, así como la excesiva bunkerización de ciertos intereses políticos por encima de los más elementales de la sociedad civil, han logrado un hecho que pocos desean admitir: el desencanto de las democracias  occidentales hasta niveles propios de la República de Weimar, amenazando el ascenso de Trump en EEUU, así como de los populismos y nacionalismos que alientan el Brexit y el Euroxit.

 En tan solo una generación, Europa (y España en particular) por su falta de coherencia, firmeza, autoridad, compromiso y dejadez moral han hecho de los valores   un campo de batalla donde todo vale. Por suerte que vivimos en el seno de la UE y la OTAN porque nunca tanto, hasta donde llega la memoria, podríamos estar "peor" que nunca. En otros tiempos allanó la senda que permitió la llegada de Hitler, las dictaduras y las contiendas mundiales. Hoy por suerte, mantenemos ciertas libertades aunque otras son continuamente pisoteadas con absoluta impunidad sin revuelos sociales: tanto para el autor como para las víctimas. Contienda mundial aunque no lo parezca sí que padecemos, ignorando cómo gestionarla en suelo europeo, debido a los conflictos próximos en el Cáucaso, Siria, Afganistán, Iraq, Oriente Medio, la llegada masiva de refugiados inmigrantes a suelo comunitario, la amenaza yihadista, el terrorismo etc  Aún así seguimos mirando a otro lado, mientras los valores democráticos se recortan y los atropellos de los más débiles no terminan de repararse.

Hoy la amenaza no es que llegue un nuevo Hitler, en todo caso el acecho al poder democráticamente de unas fuerzas nacionalistas y/o populistas (como en España, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Holanda, Austria, Hungría, Grecia o incluso EEUU) cuyo único interés no es el respeto de las mayorías  sino la imposición de unos programas políticos que parecen catálogos de venta de artículos por correo a costa de unas clases sin cuota de pantalla. Lo grave es que los electores somos los que estamos legitimando este fenómeno sin dar el merecido escarmiento a los provocadores de tanto anti-sistema por la derecha y por la izquierda. La convivencia se torna cada vez más ardua y la clase política a lo suyo: celosa de perpetuar sus privilegios analógicos y el status quo sui géneris cada vez más alejado de la realidad de la calle.


La sangre podría correr, pero nuestros valedores de los principios democráticos seguirían a la gresca haciéndonos ver que las acciones y reacciones llevan su tiempo, sus cónclaves y plazos, mutiladas a su vez por la burocracia y consultas de expertos en la teoría de los juegos. La anafilaxia en la  toma de decisiones ha contagiado al resto de los poderes públicos, instancias, actitudes y aptitudes, hasta afectar a la enseñanza, la diplomacia, el deporte, el arte o el mismo ocio forzoso. Es lo que tiene los excesos del liberalismo, digo de la Democracia analógica, que con la globalidad y el sobrevuelo de lo Digital, aún nos cuesta repensarnos y mantener la coherencia. Interna y externa. Se acabó la excusa que  todos los malos siempre lo arreglen los mismos. La decadencia europea (y española) no pueden caer más bajos. El hecho que la democracia analógica atraviese sus peores momentos no es excusa para ignorar el sorpasso de la democracia digital. Que reclama diligencia, responsabilidad, valentía, audacia, arrojo, sí hasta compasión.