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viernes, 26 de enero de 2018

IGNORAR LA POLITICA EXTERIOR DESTRUYE EMPLEO

Descuidar la política exterior es descuidar la creación de empleo. Y eso es lo que está pasando en España. Pero no sólo con el actual gobierno de Mariano Rajoy (PP), sino también anteriormente con Aznar (a excepción del segundo mandato) y en especial con Zapatero (PSOE). Pese al superávit comercial y la gran labor exportadora de las empresas españolas en los últimos años como antídoto eficaz para compensar la caída de la demanda interna y combatir la crisis, el poder político de prácticamente todos los colores tampoco apuesta por abandonar  la vía del  provincianismo en política exterior.







Desde prácticamente todas las elecciones generales -con excepción de las europeas- casi ninguna formación política española ha definido en su programa electoral el rol de   España en el exterior, salvo la única excepción de contribuir a la construcción de la UE. Durante todo ese tiempo, ni en campaña ni en los programas electorales ni en el día a  día, hemos visto que nuestros líderes políticos -a diferencia de otros vecinos próximos- tuvieran una idea muy clara del papel que ha de asumir España en el escenario internacional, más allá de la UE. Parte de culpa también hay que achacar al cuarto poder, porque la prensa también ha obviado por las mismas razones los debates de cuestiones internacionales y se ha contagiado de cuestiones domésticas. Existen numerosos programas de debate político en los medios donde nunca o casi nunca se ha profundizado la política exterior de España y el papel en el mundo global que debería desempeñar con propuestas para llevar a sus socios en otras capitales.

Sobre el papel reiteramos el mantra del rol destacado de España en Hispanoamérica y en el mundo árabe. En la práctica,  salvo aquella Cumbre de la Paz para Oriente Medio celebrada en Madrid  en 1991 a iniciativa del gabinete de Felipe González (PSOE), no recuerdo otras similares en política internacional. Y España se debe mucho a los mercados exteriores y a la capacidad exportadora de nuestro tejido empresarial.  Si no fuera por ello, tal vez las cifras del desempleo no se habrían recortado como lo viene haciendo desde la crisis del 2008.

Sin embargo, parece que nos cohibe tomar protagonismo incluso en el seno de la UE con iniciativas de política exterior. Es más, existe la impresión generalizada que cuando se celebran cumbres de líderes mundiales, solemos colarnos de "chiripa". Inclusive en otras citas internacionales de proyección global como Davos, solemos ser reacios a que nos represente, intervenga y protagonice un jefe de gobierno español con alguna iniciativa de calado internacional. Suele aludirse al eufemismo de "problemas de agenda". Más bien creo que arrastramos un complejo de inferioridad por tener unos líderes que no hablan idiomas en unos casos, o porque producto del mismo complejo en otros nunca es una prioridad, como tampoco lo es en la lucha contra el cambio climático o la digitalización de la economía. Preferimos adoptar la postura de los legendarios líderes en vez de hacer nuestra propia propuesta.

Delegar en nuestros embajadores y/o "sherpas" del gobierno con buen nivel de inglés, no debe ser tampoco una excusa. Rajoy ha anunciado hace unos días que el Español será en adelante en un "proyecto de Estado". Ya era hora. En especial cuando hay tantas empresas de diversos ramos que comercian con el Español. Sin embargo echo de menos un sector multipolar que esté considerada como  una  "industria del español". El español y todo el negocio afín bien se merecen una industria propia, ya que es tal vez el primer artículo de exportación de la Marca España. Algunos estudios sitúan el valor económico del español en el 16% del PIB nacional. Sin embargo, englobar la facturación de todas las empresas afines a la "industria del español" dentro y fuera de España, bien podría alcanzar un valor muy superior.

Pues a pesar de declarar sorpresivamente que el Español forma parte ya de la Agenda del estado, España se resiste a ganar protagonismo en plazas internacionales, por falta de idiomas y/o exceso de complejos. El actual jefe de gobierno podría hacerlo en  español, pero tampoco lo hace. Como tampoco se vislumbra que tras el brexit, el español vaya a jugar un rol más destacado como uno de los idiomas prioritarios en las instituciones comunitarias (tras el francés, inglés y el alemán). Al contrario, nos han postergado a la segunda división  en la Oficina Europea de Patentes.

Pues bien, con o sin español, la política exterior abre y acerca mercados,  consumidores, posibilita inversiones, captación de pedidos y sobre todo creación de empleo cualificado con la consiguiente repercusión positiva en el PIB. Sin embargo, ni la clase política actual destaca por ello ni parece que vaya  cambiar el chip para vender Marca España y sobre todo defender unos intereses muy definidos en algunas de los frentes internacionales. El cuerpo diplomático tampoco parece que se haya puesto al día. Otras cancillerías aprovechan su personal diplomático para realizar "diplomacia comercial" y captar nuevos mercados para sus empresas nacionales. Aquí aún atiborramos las legaciones diplomáticas con fieles funcionarios de carrera (salvo alguna plaza con carnet político,   como recompensa por los servicios cumplidos). De ahí a posicionar el CD como una estructura de Estado para mejorar la competitividad de España en mercados externos, media una gran brecha. No son pocos los empresarios que se quejan de la falta sensibilidad y de apoyo institucional por parte de nuestras legaciones diplomáticas. 




En un entorno cada vez más global y digital, nuestro Cuerpo Diplomático, como el gobierno y los partidos políticos deberían hacer un esfuerzo y no dejar que nuestro protagonismo en materia exterior sea desplazado  por las naciones emergidas y emergentes. Nos hace falta una estrategia: global, por regiones, por intereses, por zonas de influencias. Y venderla. Y si no lo podemos hacer en inglés, hagásmolo en Español. Al fin y al cabo, el hecho de que la comunidad hispana en los EEUU sea la más numerosa e influyente (sus casi 60 millones de hispano-parlantes actuales les ha convertido en el segundo país del mundo más numeroso de habla hispana), bien debería merecerse una especial atención de las autoridades en Madrid. La realidad actual es que desde la pérdida de las últimas colonias en ultramar en 1898, España ha perdido brillo en los pasillos internacionales.

Una última recomendación para solventar el "complejo de enano en política exterior": profesionalizar a nuestra clase política con idiomas y cierta experiencia internacional. Tiene que ser un  referente también para el resto de los sectores sociales. Hasta que no acabemos con el complejo, no nos atreveremos me temo a tomar iniciativas en política exterior como hacen nuestros vecinos aventajados, muchos de ellos en un idioma mucho menos universal que el Español.