Descuidar la política
exterior es descuidar la creación de empleo. Y eso es lo que está pasando en
España. Pero no sólo con el actual gobierno de Mariano Rajoy (PP), sino también
anteriormente con Aznar (a excepción del segundo mandato) y en especial con
Zapatero (PSOE). Pese al superávit comercial y la gran labor exportadora
de las empresas españolas en los últimos años como antídoto eficaz para
compensar la caída de la demanda interna y combatir la crisis, el poder político
de prácticamente todos los colores tampoco apuesta por abandonar la vía
del provincianismo en política exterior.
Desde prácticamente
todas las elecciones generales -con excepción de las europeas- casi ninguna
formación política española ha definido en su programa electoral el rol de
España en el exterior, salvo la única excepción de contribuir a la
construcción de la UE. Durante todo ese tiempo, ni en campaña ni en los
programas electorales ni en el día a día, hemos visto que nuestros líderes políticos
-a diferencia de otros vecinos próximos- tuvieran una idea muy clara del papel
que ha de asumir España en el escenario internacional, más allá de la UE. Parte
de culpa también hay que achacar al cuarto poder, porque la prensa también
ha obviado por las mismas razones los debates de cuestiones internacionales
y se ha contagiado de cuestiones domésticas. Existen numerosos programas
de debate político en los medios donde nunca o casi nunca se ha
profundizado la política exterior de España y el papel en el mundo
global que debería desempeñar con propuestas para llevar a sus socios en otras
capitales.
Sobre el papel
reiteramos el mantra del rol destacado de España en Hispanoamérica y en el
mundo árabe. En la práctica, salvo aquella Cumbre de la Paz para Oriente
Medio celebrada en Madrid en 1991 a iniciativa del gabinete de Felipe
González (PSOE), no recuerdo otras similares en política internacional. Y
España se debe mucho a los mercados exteriores y a la capacidad
exportadora de nuestro tejido empresarial. Si no fuera por ello, tal vez
las cifras del desempleo no se habrían recortado como lo viene haciendo desde
la crisis del 2008.
Sin embargo,
parece que nos cohibe tomar protagonismo incluso en el seno de la UE
con iniciativas de política exterior. Es más, existe la impresión
generalizada que cuando se celebran cumbres de líderes mundiales, solemos
colarnos de "chiripa". Inclusive en otras citas internacionales
de proyección global como Davos, solemos ser reacios a que nos
represente, intervenga y protagonice un jefe de gobierno español
con alguna iniciativa de calado internacional. Suele aludirse al eufemismo de
"problemas de agenda". Más bien creo que arrastramos un complejo de
inferioridad por tener unos líderes que no hablan idiomas en unos casos, o
porque producto del mismo complejo en otros nunca es una prioridad, como
tampoco lo es en la lucha contra el cambio climático o la digitalización de la economía.
Preferimos adoptar la postura de los legendarios líderes en vez de hacer
nuestra propia propuesta.
Delegar en
nuestros embajadores y/o "sherpas" del gobierno con buen nivel
de inglés, no debe ser tampoco una excusa. Rajoy ha anunciado hace
unos días que el Español será en adelante en un "proyecto de Estado". Ya era
hora. En especial cuando hay tantas empresas de diversos ramos que comercian
con el Español. Sin embargo echo de menos un sector multipolar que esté
considerada como una "industria del español". El
español y todo el negocio afín bien se merecen una industria propia, ya
que es tal vez el primer artículo de exportación de la Marca España. Algunos
estudios sitúan el valor económico del español en el 16% del PIB nacional. Sin
embargo, englobar la facturación de todas las empresas afines a la
"industria del español" dentro y fuera de España, bien podría
alcanzar un valor muy superior.
Pues a pesar de
declarar sorpresivamente que el Español forma parte ya de la Agenda
del estado, España se resiste a ganar protagonismo en plazas
internacionales, por falta de idiomas y/o exceso de complejos. El actual jefe
de gobierno podría hacerlo en español, pero tampoco lo hace. Como tampoco
se vislumbra que tras el brexit, el español vaya a jugar un rol más destacado
como uno de los idiomas prioritarios en las instituciones comunitarias
(tras el francés, inglés y el alemán). Al contrario, nos han postergado a la segunda división en
la Oficina Europea de Patentes.
Pues bien, con o
sin español, la política exterior abre y acerca mercados, consumidores,
posibilita inversiones, captación de pedidos y sobre todo creación de
empleo cualificado con la consiguiente repercusión positiva en el PIB. Sin
embargo, ni la clase política actual destaca por ello ni parece que
vaya cambiar el chip para vender Marca España y sobre todo defender unos
intereses muy definidos en algunas de los frentes internacionales. El
cuerpo diplomático tampoco parece que se haya puesto al día. Otras
cancillerías aprovechan su personal diplomático para realizar "diplomacia
comercial" y captar nuevos mercados para sus empresas nacionales. Aquí aún
atiborramos las legaciones diplomáticas con fieles funcionarios de carrera
(salvo alguna plaza con carnet político, como recompensa por los
servicios cumplidos). De ahí a posicionar el CD como una estructura
de Estado para mejorar la competitividad de España en mercados externos, media
una gran brecha. No son pocos los empresarios que se quejan de la falta sensibilidad
y de apoyo institucional por parte de nuestras legaciones diplomáticas.
En un entorno cada
vez más global y digital, nuestro Cuerpo Diplomático, como el gobierno y los
partidos políticos deberían hacer un esfuerzo y no dejar que nuestro
protagonismo en materia exterior sea desplazado por las naciones emergidas
y emergentes. Nos hace falta una estrategia: global, por regiones, por
intereses, por zonas de influencias. Y venderla. Y si no lo podemos hacer en
inglés, hagásmolo en Español. Al fin y al cabo, el hecho de que la comunidad
hispana en los EEUU sea la más numerosa e influyente (sus casi 60
millones de hispano-parlantes actuales les ha convertido en el segundo país del
mundo más numeroso de habla hispana), bien debería merecerse una especial
atención de las autoridades en Madrid. La realidad actual es que desde la pérdida
de las últimas colonias en ultramar en 1898, España ha perdido brillo en los
pasillos internacionales.
Una última
recomendación para solventar el "complejo de enano en política
exterior": profesionalizar a nuestra clase política con idiomas y cierta experiencia
internacional. Tiene que ser un referente también para el resto de los
sectores sociales. Hasta que no acabemos con el complejo, no nos atreveremos me
temo a tomar iniciativas en política exterior como hacen nuestros
vecinos aventajados, muchos de ellos en un idioma mucho menos universal que el
Español.