La “soberanía
del consumidor” ha saltado por los aires con el estallido de la crisis en 2007 a raiz del derrumbe de Lehman
Brothers y su contagio a Europa. Con ella, nos ha puesto al descubierto: el
derroche, la opulencia, la avaricia, el endeudamiento a tal extremo que ha
abocado a la bancarrota o la quiebra técnica de no pocos estados y países.
La reacción
inmediata, al menos en Europa, es que las instituciones públicas (nacionales, europeas,
internacionales del FMI) salieran al rescate de unos, y que el Estado de bienestar amparase a los
más débiles a través del pago de
prestaciones sociales. Como consecuencia, los pobres se han vuelto más pobres y
los ricos más ricos, fagocitando a la otrora clase media. El Estado ha llegado
a sus límites porque las arcas están vacías. Aunque los más rigurosos presumen
de músculo financiero (como Alemania y Escandinavia), esta crisis ha abierto el debate del estado del bienestar en
una Europa de capitalismo renano (social-cristiano) que va a volver calvinista a la mayoría de los
países católicos.
No sabemos a
dónde nos va a conducir, pero todo parece indicar que en adelante, tendremos
que plantearnos los límites de las injerencias del Estado, si los presupuestos del futuro podrán seguir costeando las
prestaciones sociales de los más débiles, las pensiones de los mayores, sufragar las
cada vez mayores enfermedades seniles y dependientes, al tiempo que la natalidad alcanza mínimos
(y por tanto de cotizantes), el envejecimiento avanza y la esperanza de vida
bate récords.
Para algunos
expertos, no sólo ha fracasado el capitalismo (como años atrás también lo hizo
el comunismo con la caída del Muro de Berlín en 1989), sino también la fe
católica. Por el contrario parece imponerse la austeridad propia de países de fe
calvinista y luterana. Para otros, la “economía civil” es un fenómeno que avanza
como una mancha de aceite. En todos los casos, bien merece la pena extender este debate
entre la opinión pública para saber qué podemos y debemos demandar a nuestros
gobernantes.
La UE austera
y luterana, a la cabeza de la calvinista Merkel, choca con el despropósito y
despilfarro de los países sureños (católicos).
Los principios
morales también han afectado a la economía y a la gestión de la “cosa pública”. El capitalismo especulativo y
fracasado igual tiene que dejar paso a una economía civil. Y si no, a algo
nuevo, fruto de la reflexión, que conjugue las libertades más elementales en
una democracia con el amparo de los que están en riesgo de caer en exclusión
social. ¿El Estado podrá con todo? ¿El
capitalismo y la economía social de mercado, imperante hasta ahora en la vieja
Europa, será capaz de cambiar de piel? ¿O de reinventarse para sostener tanto
gasto público? ¿Alguien se atreve a dar respuestas serias sin el yugo
electoralista?
El hombre, en el centro de la economía civil
El concepto de
Economía Civil fue acuñado ya en el
s. XVIII por el economista y teólogo italiano Antonio Genovesi. Hoy en día esta
materia ya se imparte incluso en alguna
universidad alpina defendiendo algunos principios económicos, como: la
centralidad del hombre en la economía, el bien común, el principio de la
reciprocidad, así como el papel cada vez más relevante en las sociedades
post-industriales del tercer sector como sustituto del Estado. La institucionalización
de la caridad, sin hacer la competencia al Estado, intenta llegar donde el otro
no llega por falta de medios y recursos.
En unos
momentos que todo se cuestiona, fruto de ese cambio de ciclo, el papel del
Estado no es ajeno tampoco. Hasta la fecha, los mínimos del Estado (europeo) se
resumen en los siguientes ítems:
-
Defensa de la paz y la
concordia
-
Preservar los bienes públicos
-
Servicios mínimos en
Educación, Sanidad, Seguridad, Justicia, así como Información Pública
-
Regulación mínima del mercado
(mediante la legislación)
-
Ciertos monopolios (por ej,
las fuerzas de seguridad)
-
Corregir información
imperfecta
-
Externalidades: tanto
positivas (como el conocimiento) como negativas (la contaminación)
-
Defender el medio-ambiente (preservar
la noosfera)
-
Incentivar determinadas
conductas (como ciertos valores, el
ahorro, etc)
-
La defensa de las “minorías”
-
Preservar la especie y evolución
demográfica
-
Fomentar la iniciativa
privada
-
Proteger la paz social.
Un reto nada fácil pero a la vez apasionante para gurús, visionarios, pitonisos, estadistas y humanistas. Hagan apuestas !!
"La solución a la injerencia del Estado en beneficio del mercado necesita de un despegue de las formas de organización económica que configuran una moderna economía civil ": Stefano Zamagni