--La mayor longevidad traerá cambios profundos que afectarán el trabajo, el ocio y la cuarta edad en la economía digital y circular.
La mayor longevidad y esperanza de vida están provocando un cambio de paradigmas. Traerán profundas alteraciones sociales y económicas, que no harán sino acentuarse con la 4ª revolución industrial en marcha, la robotización e inteligencia artificial en la economía digital y circular. Sin embargo pocos agentes sociales lo advierten. Estamos pasando de la actual “obsolescencia laboral programada” a una vida de múltiples etapas de más de 100 años.
La obsolescencia laboral programada se refleja en el hecho comúnmente adquirido de soltar lastre a partir de una determinada edad porque supuestamente la sociedad y las empresas desean dejar paso a una fuerza laboral más joven. El enorme daño que produce la pérdida de talento para la economía renunciando a trabajadores mayores de 45/50 años –en contra de su voluntad en muchos casos (salvo excepciones)--, no se compensa con una clase pujante de menos edad en unos tiempos en los que además se imponen las máquinas inteligentes y los robots.
De la vida en tres etapas que hemos conocido hasta ahora desde el siglo XX (niñez/adolescencia de 0-15 años, la edad productiva 16-45 años y la madurez o jubilación, es decir entre los 46-85 años) y difícil de soportar financieramente a largo plazo, pasaremos a la vida de múltiples etapas con una cuarta edad que rayará una longevidad de los 100 años y que nos forzará a buscar su sostenibilidad.
Pero pese a todo, los agentes sociales siguen obcecados en ver las ramas, pero no los árboles ni el bosque. El aumento de la longevidad alterará nuestra zona de confort que hemos disfrutado desde el siglo XX.
Ni la clase política, ni los gobiernos, empresas, gestores de recursos humanos e incluso los gurús del management se atreven hoy por hoy a admitir el próximo sorpasso por la vida de múltiples etapas e idear cómo mantener el sistema sin alterar la paz social.
Segar el trabajo activo a los mayores de 50 años por razones estéticas a pesar del aumento de la esperanza de vida en la UE sin fuentes de ingresos alternativos, hará más endeble y vulnerable el estado de bienestar actual (o economía social de mercado según otros) para asegurar el futuro de la sociedad occidental.
¿Tendremos suficiente capacidad de adaptación y masa financiera muscular para soportar una era en la que convivan nuevas etapas de transición en educación, trabajo, ocio, el retiro activo y la cuarta edad? Los periodos de cotización a la Seguridad Social serán cruciales a diferencia del modelo actual para garantizar los ingresos públicos que el Estado precisará para costear los efectos de una mayor esperanza de vida, nuevas enfermedades seniles y muy probable el aumento de casos de dependencia.
Ya apuntábamos en el 2011 en otro paper que precisamente por la evolución de la pirámide vegetativa invertida en España nos urge debatir un nuevo seguro social obligatorio que a partes iguales sufrague los casos de dependencia del futuro como practican desde hace más de 20 años otros países europeos, sin cargar a las arcas de las pensiones públicas y de los consistorios tan elevado coste.
La resistencia al cambio no puede hacer inmune tampoco toda una batería de conquistas sociales vigentes desde el siglo XX a raíz de la I Revolución Industrial, como son: la semana laboral en torno a las 40 horas semanales, el seguro del desempleo, el pago de baja por enfermedad, por incapacidad y maternidad, así como las pensiones, así como las inversiones en educación y salud públicas.
La realidad es que el envejecimiento de la población se intensifica, y con cada década que transcurre, como apuntan ciertos autores, nuestra esperanza de vida aumenta unos 2 años (situando ese listón en cerca de los 100 años pronto en algunas sociedades avanzadas), haciéndonos preguntar si los esquemas del siglo pasado tendrán cabida, en plena era digital y circular, en la futura vida de múltiples etapas a la que nos abocamos.
Más info en:
Más info en: