Se habla mucho de la idoneidad de aprender idiomas extranjeros: inglés, alemán, chino, árabe, etc porque nuestro futuro profesional dependerá del nivel de entendimiento y negociación en otras lenguas. Mucho se ha politizado en el tema pero poco se ha avanzado. Seguimos chapurreando y malhablando en cualquier idioma extranjero.
En España se da la circunstancias
que en algunas partes del territorio, la gramática del español/castellano no se
aprende, se ningunea, se borra de la vía pública y hasta se vulnera sentencias judiciales en su defensa. Sus
detractores se conforman a lo sumo con practicar el lenguaje oral, aún a costa
de un deficitario registro idiomático, ortográfico y léxico de todos sus
alumnos (españoles). En vez de visualizarse las ventajas de las CC.AA.
bilingües añadiendo otro(s) idiomas extranjeros, parecen seguir anclados en
patrones mentales decimonónicos. Luego lamentarán que esos jóvenes en edad
laboral tengan sus limitaciones connaturales e idiomáticas.
Sin duda los idiomas: oficiales,
co-oficiales, extranjeros, lenguas muertas, son importantes porque vivimos en
el siglo XXI de las comunicaciones. Sin embargo, también nos olvidamos de otro
idioma cuando menos, igual o más relevante que todos los anteriores. Se trata
del idioma DIGITAL. El mundo del
mañana no se entenderá sin un idioma global como el digital. Me temo que
autoridades, educadores, padres de familia y tutores estamos prestando poca
atención a este nuevo idioma, porque si no no se entiende que pese a la
globalización de las redes y a la digitalización de la sociedad y la economía,
en España obviemos su relevancia estratégica y su parca inversión estratégica.
A lo sumo, la política industrial española contempla a fecha de hoy la “administración electrónica”, como si
los usuarios no tuviéramos derecho a más.
Otros países más aventajados, ya apuestan seriamente por
digitalizar TODA su economía (administraciones públicas, entidades privadas y
sociedad civil). ¿Por qué? Porque asumen que las TICs (tecnologías de la
información) moverán la industria, los servicios, el sector primario, la
educación, la familia y el ocio. Por ello hace tiempo que se habla de la Industria
4.0, del Internet de las cosas, del Big Data, de la interconexión e interactividad entre sí de
toda la maquinaria industrial, de las oficinas, del hogar y de las actividades
de recreo. Apenas daremos un paso adelante sin que intermedie un chip o una
conexión de banda ancha, wi-fi o satelital. El idioma digital será el nuevo
petróleo de las economías modernas. Los emprendedores serán digitales y no presenciales
como hoy en día. Del cloud computing
pasaremos al Cloud Thinking y en
especial al Cloud Feeling.
Digitalizar la economía, la
administración y el hogar pasa por apostar por un despliegue de redes de banda
ancha hasta todos los rincones del país. En especial de las zonas sombrías y
núcleos rurales. Estos últimos para democratizar, socializar y revitalizar el
desarrollo federal (ecuánime) de las zonas más despobladas del país. Con las
TICS podremos volver al campo porque tendremos las mismas herramientas que los
emprendedores digitales, pero viviendo en una zona más natural, menos
contaminada y con mayor calidad de vida que las futuras mega-urbes.
La formación continuada
sustituirá a la reglada pues gracias
a las TIC´s podrá llevarse a cabo las 24 h del día los 365 días del año, a
gusto del usuario, no dependiente de horarios comerciales y a unos costes casi
cero.
Pero el idioma digital no se
aprende por generación espontánea. Como los idiomas extranjeros, el idioma
digital requerirá de sus esfuerzos: manejar y dominar todo el entorno digital,
herramientas y descubrir las posibilidades, todo ello apoyado con unas redes `ultrasónicas´.
Por su parte, los formadores tendrán que estar a la altura. No hablamos de
manejar lo más básico, sino de incitar, motivar y despertar la pasión a pensar en digital (cloud thinking) y actuar en digital (cloud feeling). Cuanta mayor
alfabetización digital obtengamos, antes descubriremos todas las ventajas y
desventajas que se nos brindan, elevando nuestro nivel de competitividad y de
interactividad (inter-) planetaria.
Los emprendedores del futuro
serán digitales. Hoy en día hay países con una tasa del 40% de emprendedores
digitales que están en red con sus nuevos negocios online. Si queremos combatir
el desempleo en países europeos, como España, mejorar las tasas de fracaso
escolar, favorecer la formación continuada y en suma aumentar la productividad,
parece obvio apostar por una nueva política industrial que contemple el
despliegue de la banda ancha por todo el territorio y universalice Internet 2.0
como antaño el agua, la luz , el
teléfono o la señal de TV. Hay quienes afirman con razón que la banda ancha podría generar en España 2 millones de empleos nuevos. Yo me
atrevo a elevar esa cifra si pensáramos en digital. Los emprendedores digitales
interactuarán con la administración pública, la industria, los servicios, el
campo, la oficina, la familia, la escuela, el trabajo, la política y el ocio. Todo
ello en tiempo real, no con el desfase anacrónico actual. Invertir en enseñar
el nuevo idioma digital, tal vez sea la mejor inversión estratégica que Europa y España hayan hecho jamás, tanto desde el punto de vista del PIB como desde el punto de vista del impacto
ambiental. El poder político y los operadores privados percibirían pronto su
rédito con una industria digital puntera que actuaría de locomotora. Me remito
a esos países que ya piensan en digital y han empezado a digitalizar su
economía. El miedo es infundado, los beneficios enormes para un país tan
privilegiado como el nuestro, pero que con tanta facilidad nos negamos al
cambio.