La resistencia al cambio. Esta es
tal vez la característica más sobresaliente en Europa, y España tampoco es
ajena. Cualquier modelo innovador de negocio digital que parezca poner en
peligro las empresas ya existentes son respondidas por sus colectivos con
amenazas y huelgas. Así se entiende que en la UE, a diferencia de EE.UU.,
cueste que triunfe la innovación en la nueva era digital con empresas de la denominada
economía colaborativa. Y la resistencia no sólo es social, sino también legal y
política. En ocasiones, porque sus legisladores proceden del pensamiento
analógico. Un emprendedor diría: "Es el futuro digital, imbécil". Otros que es la economía del conocimiento.
Empresas como Cabify, Uber,
Airbnb, pero también Google, junto con Amazon, Apple, Netflix o la
proliferación de los drones por mencionar unos cuantos, nacen y se disparan en la bolsa tecnológica de
USA. En Europa por contra le
buscamos todas las cosquillas para defender la inmovilidad y resistir una
tendencia importada que está por ver su futuro. En el fondo, hay que reconocer
que los modelos clásicos (analógicos) en Europa no se pueden justificar sólo argumentando la defensa a ultranza de los derechos de
los trabajadores y el pago de los impuestos (faltaría).
La llegada de la 4ª revolución
digital, la inteligencia artificial
y las máquinas inteligentes, trastocarán (también en Europa) todos los
oficios y empresas de cualquier sector. Pero sobre todo el talento y el aprendizaje cognitivo. Hay que amoldarse, no oponerse
parapentándonos en el marco legal vigente. El marco normativo se puede y debe adaptar,
permitir y saludar los nuevos conceptos digitales.
Qué pasará entonces cuando se
digitalice (robotice) en los próximos años algunos sectores analógicos como:
- la enseñanza presencial y el
papel de los maestros (primaria, secundaria y superior)
- las farmacias y la venta de
medicamentos
- la salud asistencial y el papel
de los médicos
- la asistencia jurídica y la
burocracia judicial
- las finanzas, las auditoras y
el controlling de las cuentas
- la banca de barrio
- los Recursos Humanos y el nethunting
- las relaciones personales y los
robots de compañía
- la política clásica frente a la
gobernanza digital
- la religión y la nueva visión
de la fe (New Age por ejemplo)
- o la ética y moral clásicos
frente a los nuevos valores
¿Saldremos a la calle en huelga
para defender el status-quo? ¿Paralizaremos
la economía porque han surgido nuevas iniciativas digitales que compiten por buscar
su nicho de mercado en contra de los modelos de empleo clásicos? Cada vez son más los
gurús que auguran que en pocos años todos los oficios y negocios se volverán
digitales para sobrevivir en un mundo interconectado. Cuanto antes asumamos el
cambio de paradigma en Europa mejor para innovar y crear empleo, aunque
conlleve alterar un marco normativo que sigue anquilosado en el pasado.
No puede ser que modelos y productos
del siglo XIX sean los que marquen las pautas del siglo XXI en los inicios de
la era digital. Ninguna revolución anterior se impuso sin dolor, pero no por
ello debemos anclarnos en el pasado y oponernos al progreso. Porque
Europa o demuestra músculo para adaptarse al futuro o estará condenada a ser un
continente de la tercera edad.